jueves, 21 de agosto de 2014

Psychoworld Of The City Of Fauxness: El "gángster".



Siempre sentado en su sala semi-oscura, en un buen sillón, rodeado de jóvenes eslavas. Muy hermosas. Ellas competían silenciosamente por ver quién era más complaciente con él y a cuál escogía como compañera. Eran chicas objeto. A él no le importaba esa competición ni mucho menos el hecho de que las chicas estuvieran por su poder. Bastaba con que ellas estuvieran a su lado. Al fin y al cabo, de mamá no heredó precisamente el gustar a las chicas con veinte años, don que sí su padre disponía.

Las acarició. Cerró los ojos y se dejó embriagar por el hermoso perfume de la de la izquierda, mientras que la de la derecha le lamía el cuello. Viajó su mente a su infancia, cuando su abuelo le contaba historias de juventud. Su mente recordó aquella historia de cuando su abuelo fue a aquel seminario donde este había tratado de tener una vida moderada al servicio del Señor y de su pueblo. Recordó aquella historia del pater que le impartió sexualidad y que repetía siempre esa frase de "El hombre es fuego y la mujer, estopa". Dos semanas más tarde, fue expulsado del seminario y, un mes después,  Peter Faustin empezó su periplo en el mundo del crimen. Y hoy, con otro nombre, su linaje, nombre señero del Sindicato del Crímen, seguía existiendo.

Abrió los ojos. Recordó cómo se llamaban los bombones eslavos con los que compartía sofá. La tetona de la derecha de ojos azules y cabello castaño se llamaba Katia. Y el ser angelical, de cara de manzanita, no menos dotado, pero de ojos de color café y cabello rubio, se llamaba Erika. Miró a Erika, miró a Katia. Besó a Erika, y besó a Katia. Eran realmente dulces y encantadoras. Además, excelentes cocineras y compañeras. Lo mejor para el mejor. El único hombre que respetaba el todopoderoso alcalde de Fauxness y que hacía a más de uno en esa ciudad temblar de pavor. Yuri Faustin Filorov. De padre mafioso y ruso y mamá hija de un congresista demócrata por Massachussets y proveniente de diez generaciones de irlandeses. Se casaron por amor, pero nunca la Mafia del Este de Europa ni la Irlandesa habían conocido unión más perfecta y maravillosa para los malévolos intereses de unos pocos.

Man is fire. Woman is oakum. But they are both together in the same way because of the Original Sin that comdemned us to wander far away from Paradise, in this world of pain, anger and wrath. Women are those who send us out of paradise, because they seduced us due to the evil charmes of Eve. And because of Eve fault, all women must be subjected always to their husbands will in order to prevent them to be even futher from Glory and God's teachings and precepts. So Lord wanted it.—dijo con una sonrisa. En esas les dijo.— Esta y otras más eran las paridas que se tragaba mi abuelo en el seminario de Boston. Creo que el pater que dijo aquello nunca tuvo el honor de estar con dos encantos como vosotras.

Ambas rieron. Las besó otra vez. Erika se movió en su sitio y abrió el escote. Katia hizo lo propio. Ambas se lanzaron miradas asesinas entre sí. Yuri Filorov era uno de esos chicos que detestaban los enfrentamientos sin necesidad. Sabía que lo mejor era que en su banda todos se llevaran como hermanos, debido a que mañana podían estar muertos todos. Hasta esos dos bombones que desde hacía una semana besaban sus labios con la misma devoción que si besaran los pies de un santo podrían (quisiera Dios que no) estar desangradas y violadas después de muertas.

—Haya paz, nenitas. Vamos a estar juntos mucho tiempo, si Dios quiere. Katia, Erika, sois los grandes amores de mi vida. Nunca creí que iba a vivir para conoceros y amaros... A las dos. Por igual. Soís maravillosas. Os quiero mucho, tanto a la una como a la otra. Y quiero que sintáis un aprecio enorme la una por la otra. Sentios queridas, puesto que así seréis felices. Y ahora, ¿por qué no os dáis un beso entre vosotras? Al tíito Yura le haría muy feliz.

Tatiana tomó a una trémula Erika y posó sus labios sobre los suyos. Se sobaron para el regocijo de Mathew Filorov. En esas, Katia, desnudó a Erika y empezó a hacerle sexo oral. Erika, sumisa, empezó a practicarle una felación a su amado, mientras luchaba por no sucumbir de placer fácilmente ante las dulces caricias de la lengua de Katia. El joven Filorov sonrió y chilló a sus amigos al otro lado del pasillo:

—¡Dimitri! ¡Nikolai! ¡Me quedo con las dos! ¡Son maravillosas!