domingo, 21 de junio de 2015

Fundido a negro o el último que apague.

Buenas tardes a todos:



En primer lugar, os quiero dar las gracias a todos los que habéis leído mi blog hasta el día de hoy, fuera para alabarlo o fuera para ponerlo a caldo con frases mainstream del tipo "¡Raquis, por los clavos del Redentor, no puedes publicar eso! ¡Es una grosería!". Dejando de lado la gran división que provoca Dulce Resiliencia, quizás es buen momento para repasar un poco la historia de este blog.

Dulce Resiliencia nace en primer lugar al calor de un desamor muy fuerte, en mi primer año en la carrera de medicina. Un año convulso que empezó muy terrorífico para mí y que fue la punta del iceberg de la mayor crisis de la historia de mi juventud. Una época de miedo, de dolor, de tristeza y de pena. Una época que un vector de canalización de ese dolor era necesario. Y ese vector fue Dulce Resiliencia. Una vía que permitía desahogar mucho dolor y mucha ira, mucho rencor por rechazos amorosos, actitudes de la gente, el sentir que no encajaba... También lo usaba para vender una imagen falsa de mi existencia. Una imagen agresiva, violenta, dominante, rencorosa... Incluso hasta bastante misógina. También confieso haber usado Dulce Resiliencia como una suerte de "Radio de las Mil Colinas" para mostrar odio y rechazo al mundo que me rodeaba, así como para cargarme de rencor y de desprecio. Durante dos años, Dulce Resiliencia fue órgano oficial de expresión de la intolerancia, de la agresividad, del rencor...

El cambio social producido a finales de segundo de medicina, de la mano de gente muy importante como C.G.B., J.C.S.M. y J.P.C.P., así como a M.C.G. y S.C.G., produjo muchas consecuencias positivas. La primera de ellas un comienzo de integración social que ha alcanzado un punto álgido importante al final de este tercer curso. En segundo lugar, una mejora académica exponencial, cuyos resultados están a la altura de las circunstancias. En tercer lugar, una amnistía, en el cual nadie se guardaba rencor de nadie y que todo lo malo que había ocurrido durante los dos primeros años de medicina era historia antigua. El rencor había abandonado mi ser. Mi desgracia llegaba a su fin. Y ahora, este mes de junio de 2015, tengo motivos más que de sobra para decir, que, por primera vez en mis 21 años, soy muy, muy feliz.

Estas últimas dos semanas han ocurrido muchas cosas. Entre otras he conocido a una persona. Una persona que me dijo que tenía mucho que ofrecer a los demás. Una persona que me dijo que valía mucho y que tenía que rodearme de gente que valiera la pena, que tenía que seguir haciendo esfuerzos en dejar atrás el pasado, los traumas, el miedo a errar otra vez y todo lo demás que había supuesto un lastre, que ahora era el momento de prepararse para una nueva vida que lo único que había hecho este año de tercero de medicina es empezar a funcionar bien sola, sin rigidez, sin dolor, sin problemas, sin comeduras de tarro innecesarias. Una vida que solo puede llevarme a buen puerto y espero que así sea.

Estos últimos meses no he escrito nada en mi blog. Nada que fuera "Dulce Resiliencia". No había historias pornográficas que tienen un deseo de amor mucho más grande que el deseo sexual que rondaran por mi cabeza. No había momentos de odio, de rencor, de tensión que rondaran en mi cabeza y que hicieran que necesitara desahogarme escribiendo. Dulce Resiliencia estaba muy parado. Y entendí por qué: esta nueva época de mi vida no solo requería un corte de pelo nuevo (lo cambié al principio del curso), o unas gafas nuevas o un ordenador nuevo: Requería también que el órgano de expresión esté a la altura de las circunstancias para expresar los valores nuevos de mi nueva vida: independencia, confianza en uno mismo, fortaleza, paz mental y sobre todo, amor. El amor al prójimo. El amor a los amigos, a la pareja, a la familia. Un amor que hasta ahora no me era posible dar porque no estaba preparado ni sabía como darlo. Ahora ya sé como hacerlo.

Dulce Resiliencia no puede ser ese nuevo órgano de expresión. Dulce Resiliencia no puede ser ahora una forma de expresar los valores del nuevo paradigma en el que vivo y en el que vivimos. Dulce Resiliencia nació del rencor, del desamor, de las tribulaciones, del odio, de la tensión sexual no resuelta, de la misoginia y de la falta de amor hacia mi mismo y hacia los demás.

POR ELLO OS ANUNCIO QUE NO VOY A VOLVER A ESCRIBIR MÁS EN DULCE RESILIENCIA. ESTE ES EL ÚLTIMO POST DE ESTE BLOG. 

SE ACABÓ. FINITO. KAPUTT. 

Ahora os preguntaréis... ¿Seguirás escribiendo, Raquis? Y yo os digo. Sí, seguiré escribiendo. Pero un nuevo lugar. En otro blog acorde a los nuevos tiempos. En otro sitio. Pronto os desvelaré cual es. Otra pregunta que os haréis es: "¿Vas a borrar Dulce Resiliencia?". La respuesta es no. Dulce Resiliencia es parte de mi pasado. Un pasado triste y amargado, pero es mi pasado. Y ese pasado merece un respeto. No pienso borrarlo y siempre que queráis podéis volver a releer las entradas. De hecho es que la URL de Dulce Resiliencia aparecerá en la presentación de mi nuevo blog, allá donde esté. Simplemente, el proyecto Dulce Resiliencia llega a su fin, con esta entrada número 75. El blog se queda como monumento al pasado, pero ya no escribiré más en él. Así de simple.

Espero que no os haya ocasionado mucho trastorno. En seguida sabréis donde está mi futuro lugar de escritura.

Os dejo con este pequeño regalo de despedida. Sed muy felices, que el éxito llame a vuestra puerta y hasta pronto.



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