Se ha despertado de un sueño de muerte, como los valientes de las leyendas.
Alexei Mateevici. "Limba Noastra" ("Nuestra lengua") Himno Nacional de Moldavia.
Alexei Mateevici. "Limba Noastra" ("Nuestra lengua") Himno Nacional de Moldavia.
Lo que os voy a contar a continuación no es ninguna lección de rumano, puesto que eso deberíais (si os interesa el idioma) aprenderlo en la EOI. Esta frase del himno nacional de Moldavia sirve como prólogo a la historia (y explicación real) de cómo he cambiado tanto en menos de medio año. Esto viene a raíz de unas experiencias que deseo que nadie tenga la ocasión de repetir o emular. Mi vida dista mucho de ser recomendable para el común de los mortales y si un cura me escuchara y estuviera comulgado (es lo que tiene ser un poco ateo y sin Dios), me excomulgaría ipso facto.
Tras recuperar la Inmunología (asignatura tocha donde las haya), haber luchado (en vano) por una independencia que hoy la veo innecesaria y superflua, haberme enfrentado a mis compañeros de armas, creando un clima casi irrespirable, haber vuelto al mercado sentimental (mi lío con K.) me había dado un nuevo edge, quería un verano tranquilo, en el cual tuviera la capacidad de reconstruirme y prepararme a otro año. El primer objetivo se cumplió cuando la nota de Inmuno salió a la luz. El aprobado más que sobrado sirvió para que yo adquiriera una maravillosa confianza en mi mismo brutal: había vencido en junio. Medicina no era invencible. Y si se iba a junio no pasaba absolutamente nada, puesto que era estudiar sobre lo ya estudiado y tener el 5% de suerte necesario para aprobar. Había vencido a una de las peores asignaturas de la carrera a un solo exámen. Me sentía el puto amo. Dios en la Tierra.
En ese verano medité como un adulto las causas de una bajada exponencial de mi rendimiento académico: En primer lugar, no estar a lo que debía estar. Mi obsesión casi patológica de querer salir con una belleza despampanante sin tener que "trabajarmela" (no en el sentido sexual -que también-, si no en el sentido amatorio, ya que trataba de conseguir una novia haciéndome un poco amigo de la chica en cuestión y luego lanzarme en picado sobre ella y espetarle que me gustaba. Evidentemente, era rechazado de forma mayúscula. Y eso, en mi pueril mente, me jodía y mucho). La determinación que saqué de mi proceso de meditación fue que el físico era lo de menos, sino que encajara conmigo. No me convenía una bella e inaccesible reina de la farándula, sino alguien más dulce, más afectivo, calmado, sin ínfulas de reina de la creación, con el que pudiera congeniar fácilmente (si bien me llevo bien con todas mis compañeras salvo casos aislados), sino alguien que pudiera entrar dentro de mí y no sintiera cierta sensación de rechazo, que no me provocara ansiedad, cuya presencia a mi lado sea sumatoria y no me restara fuerzas para vivir. Todo ha de ser a mejor. Y por ello descartaba automáticamente, salvo que demostrasen lo contrario, al 99% (por no decir al 100%) de las chicas de mi entorno. Las admiraría por sus méritos intelectuales y/o por su físico si así correspondiera (dentro de las reglas de la decencia y el decoro) y el primer objetivo de hablar con chicas era abandonar una imagen de marginado social y dar una imagen real y no distorsionada de un ser cordial y caballeroso y no un baboso-"palmero"-pelota al que se le veía el plumero demasiado y que daba una imagen falsa de segundas intenciones muy oscuras. Eso hizo que también aceptara la siguente frase que a modo de mantra repito hasta la saciedad cuando quiero intentar algo con una chica, con cualquier chica: no le gustas, no le gustaste y jamás le gustarás. Y así zanjé el tema de las chicas. ¿Para qué interesarse en ellas si la respuesta es de antemano un sonoro y rotundo no? Al no poder disfrutarlas en su plenitud, es decir, como el tres en uno que compone el continuo amiga-amante-madre (el que se supone que forma una pareja).y solo tener que contentarme con el amiga se daban dos factores: el primero, que perdería mucho el interés en ellas (me parecen hoy seres compuestos por un 33% inteligencia humana, 33% chásis (lo que los patanes llaman "el grado de buenorrez") y otro 33% afectivo sin más función que acompañarme en este viaje y ayudarme a socializar mejor con otras congéneres de su mismo sexo y, de esa manera, dar una imagen de aprobación social que me pueda permitir encontrar, esta vez de verdad, a mi medio limón. Aunque insisto en creer que el Eterno se ha hecho una limonada con ella). El segundo factor, su compañía me es amable y cariñosa, lo cual me abriría nuevos horizontes personales (Véase paréntesis anterior). Y así, el tema de las pibas quedó zanjado para siempre y empezaba mi despertar del sueño de muerte. Admito que en ese campo hoy ando un poco apático (ninguna me parece excesivamente interesante más allá de una buena amistad). Espero que aparezca alguna que de verdad se interese por alguien que la va a respetar y a cuidar, así como que va a agradecer -y mucho- su afecto y todo lo que pueda aportarme su compañía, sus pensamientos y su piel suave y perfumada de mujer.
Si el comportamiento cívico empezaba por no ser un "halagaor" con las féminas y ser correcto y educado, tenía que expandir toda la cobertura de ese nuevo pacto a toda la facultad. Y eso pasaba por hacer las paces y empezar un proceso de reconciliación con mis compañeros de clase de siempre (que ha llegado ya a su punto álgido, ya que tanto yo como ellos se han mostrado receptivos. Admito que existen tres elementos cuyas vidas parece ser que no les dan todo cuanto quieren o bien porque necesitan un buen polvo y su falsa frigidez les impide exponer sus genitales a un extraño. A esos tres sujetos les deseo que encuentren la mayor de las felicidades y que sus ansias sexuales se vean resueltas. O eso, o que tomen All-Bran. Sea como fuera, la paz está hecha e incluso he recuperado la confianza de dos personas que creí perdidas en mi vida. Sed bienvenidos de vuelta a mi vida y espero no ser yo otra vez el causante de cualquier alejamiento que pueda surgir entre nosotros a partir de ahora.
Otro problema mío era el problema académico: Estudiaba de memoria "a lo bruto", como estudiaba en el instituto. Medicina es una carrera que en algunos casos tiene un componente de memoria importante (Anatomía es memoria, por ejemplo) pero sin embargo, algunas cosas, con leerlas de forma comprensiva y trabajar los apuntes subrayanándolos de manera eficiente (que no ponerlos como ferias) e leer, con paciencia. De esa manera, he logrado hacer más eficiente el estudio, no pierdo tanto la concentración y por consiguiente, rindo mil veces más. Y lo más importante, me divierto aprendiendo.
De esa manera, he logrado una paz tan harto necesaria, y mis resultados académicos están a la vista (no he suspendido nada desde que entre por la puerta en tercero -al menos, a fecha de la entrada-). De esta forma, todo va sobre ruedas. Entonces, ahora os preguntaréis: ¿y ahora qué?
Pues mi próximo reto es asistir a la famosa cena de gala de mi facultad. A este evento intenté asistir el año pasado, pero un ataque de ansiedad delante de mi amiga Maribel, así como unos pobres resultados académicos (la cosa no acompañaba, desde luego) hicieron que me retractara y revendiera la entrada. Pero este año es diferente. Las cosas marchan bien, mi relación con las chicas va perfectamente y ya no soy dependiente emocionalmente de nadie, salvo de mí, me he reconciliado con mis compañeros y he recuperado amistades que estaban en stand-by. Me preguntaba un amigo si estaba preparado psicológicamente para ir a ese evento y yo le respondo: considero que es hora de hacer un esfuerzo e ir a ese evento. Más que nada porque nuestra vida profesional va a componerse también de cenas de empresa, de centro de salud, de servicio, de hospital, etc, etc... Y creo que es positivo que me vaya familiarizando con los usos y costumbres de estos eventos, puesto que no quiero quedar como el sombrón del sanatorio no asistiendo. En suma, mi presencia en la cena de gala es meramente curricular, para mejorar mis habilidades sociales en la medida de mis posibilidades, siempre y cuando eso no vulnere de ninguna forma las reglas básicas de la cortesía y las leyes vigentes en territorio español. Esa noche va a ser la apoteosis de mi proceso de "reeducación para la civilización". Un proceso que ha durado casi tres años y que ha sido muy difícil. Y a partir de ahí, al cielo.
Y sin nada más que añadir, os espero en el próximo post.