domingo, 23 de marzo de 2014

La habitación de los focos.




Era la primera vez que veía a Maël en mucho tiempo. Tras unos estudios difíciles de Medicina, se dedicó a trabajar única y exclusivamente. Maël triunfó rápidamente como psiquiatra e inmediatamente escaló posiciones en esta lucha que es la vida: Maël compró una casita en Deauville, donde, tras muchos días de trabajo en Paris, regresaba a refugiarse y a recrearse en su inmensa soledad. Allí era donde él había jurado vivir. En aquel chalet de construcción similar a las del Pays Basque sacaba pecho sobre aquella colina que parecía un mirador al Canal de la Mancha.

Cuando bajé del taxi, lo primero que me di cuenta es que el chalet estaba amurallado. Parecía ser que Maël quería mantener cierta distancia con el mundo. Pero el interfono fue rápidamente respondido por una elegante voz que decía:
—¿Quién es?
—Maël, soy yo, Alix...
—¿Alix? ¡Ah, sí, te estaba esperando! ¡Pasa!

La puerta metálica se abrió de par en par y ví que el chalet era más grande de lo que pensé. Un elegante todo terreno estaba allí, aparcado. Era muy nuevo, puesto que no tenía apenas suciedad y sus neumáticos estaban que se podía comer sobre ellos. Sin duda, era un símbolo del poder de Maël.

Tuve que entrar a la salita para ver a Maël. Maël estaba en camisa negra y pantalón vaquero azul. Sonreía. En ese momento dijo sonriendo:

—Perdóname que no te haya recibido fuera.
Se levantó y se acercó a mí. Par de besos de rigor. Con una mirada supo que le había disculpado su pequeña falta de educación.

Me contó sobre su nueva vida. Dinero, fama, éxito profesional. Todo iba sobre ruedas y todo el mundo quería estar al lado de él, trabajando, en el bar, en la cama... Me confesó que sin ir más lejos había rechazado a la mitad de las enfermeras del servicio de Psiquiatría del hospital en el que trabajaba y a las doctoras de los servicios de Reumatología, Pediatría y Ginecología. Antes de eso le conté mi nueva vida como enfermera en un hospital de las afueras de París. Vivía bien, la verdad.

—¿Por qué no quieres una mujer a tu lado? Es lo único que te falta por conseguir antes de garantizar tu éxito.
—Sí, eso es cierto, Alix. Pero... Digamos que mi estilo de vida no es para una chica. Una mujer moderna necesita salir al mundo, dinero, solvencia, emancipación... No creo que estar con alguien que vive en sus horas muertas como un champiñon, es decir, en una casa en penumbra, con libros de medicina y de misterio, y que pasa sus fines de semana en un pueblo a tres horas de Paris... Como comprenderás...
—No debe ser tan malo vivir aquí, en Deauville...
—Si quieres ir de compras y pasarlo bien, tienes dos opciones. O te vas a Le Havre o te vas a Caen. Escoge lo que más te guste. Yo voy una vez al mes a Le Havre, aunque los cines de Caen me gustan más...
Paris es muy bonito, pero para trabajo, dinero y juerga. Para vivir es mucho mejor Deauville o Le Havre.
—No creo que seas tan malo, fíjate. Yo creo que eres un chico exitoso. Cualquier mujer caería rendida a tí. Guapo, listo, dulce, inteligente.
—Alix, hablas como mi madre...
—Te lo digo completamente segura.
—¿Hasta tú caerías rendida a mí?
—Prueba a pedírmelo—dije, creyendo que se tratara de alguna broma.
—Pues bueno, para empezar, siéntate a mi lado, si no te importa.

¿Cómo me iba a importar sentarme al lado de Maël? Puede que no fuera nada del otro jueves, pero el chico sabía tratar a una mujer. Maël esbozó una sonrisa. Me puso la mano por encima del hombro y dijo:

—¿Te importaría que te besara?

Se me heló la sangre. Tan nerviosa me puse que no dudé en decir:

—Cómo no lo hagas tú...

Nunca pensé que sería tan divertido el acto de robar un beso. Al menos, él me lo robó. Y pareció divertirse.

—Hazme lo que quieras. No me enfadaré—le dije.
—Debes tener calor, deja que te abra la blusa.

El pobre tenía la mirada iluminada. Creo que jamás había visto en persona el pecho de una chica por la que sentía algo. Siempre todo había sido a los fríos ojos de la ciencia. Lo tocó sin perder la expresión. En ese momento, sus labios se posaron sobre mis pezones, tras haber sacado mis pechos de la copa del sujetador. Estaba encantado de haberse conocido y de haberme conocido. Me buscó debajo de la falda el sexo y su mano derecha fue suavemente a posarse sobre él. Tras cinco, diez minutos en esa tesitura, me tomó de la mano y me dijo que le acompañara a un sitio más íntimo.

Tras vagar por el elegante chalet de Maël, me llevó a lo que parecía su dormitorio. Su dormitorio era un cuarto oscuro iluminado por cuatro pequeños focos de luminosidad apacible en las cuatro esquinas. Había un armario, una cama de matrimonio grande y una mesa con un televisor. También había en un rincón un pequeño escritorio y dos mesitas de noche. En ese momento, Maël me guió de la mano y me dijo:

—¿Te importa experimentar?
Supuse que estaba pensando en sodomizarme. Había probado con anterioridad, así que no me importaba hacerlo. De hecho, decidí mandar sobre Maël poniéndome en cuatro sobre la cama y deslumbrándolo con las "vistas". Me remangué suavemente la falda y miré a Maël con una sonrisa muy pícara. Mi sorpresa fue mayúscula cuando con infinta dulzura me dijo:

—Al suelo y de rodillas, flor de la canela.

Me quedé blanca al ver las dos cadenas colgando del techo y a Maël con un picardías en la mano. Supuse que mientras estaba ejerciendo de "fresca" y ligera de cascos, él estaba montando toda aquella parafernalia. Me puse de rodillas, se sentó a mi nivel y entre besos me desnudó y me vistió a su gusto Luego, me encadenó. Yo tenía los brazos en alto, atados por una cadena.  En ese momento, La luz subió de intensidad, pero estaba simplemente rodeada de oscuridad. La habitación se había vuelto a oscuras y solamente había una luz que enfocaba en mi dirección. No sabía donde estaba Maël, ya que no veía nada alrededor.

—Alix, esta casa era la casa de un oftalmólogo muy competente. Ahora la he convertido en mi hogar. Esta sala de focos regulables en intensidad era su consulta. Ahora es mi habitación. Alix, espero que no te moleste estar atada. No dudes que luego te compensaré por ello. Pero ahora—en mi campo visual apareció su pene—, ¿qué tal si empezamos a jugar en serio? Adelante, Alix. Me debo por y para tí. Tú siempre me has querido, y jamás me has fallado. Hazme tuyo, como tú sabes hacerlo.

Sabía que Maël estaba enfrente de mí. Le oía gemir, jadear, cada vez que mis labios acariciaban su miembro. En ese momento, una mano blanquecina, que era la suya, acarició mi pelo con suavidad, quedándose detrás de la oreja. Maël, para ser un fanático del Male-Dom, parecía muy plácido y muy dulce. No le gustaban los gritos ni la brutalidad. Creía en sí mismo, tenía una fuerte confianza y su aura de autoridad, a pesar de su apariencia juvenil, le hacían alguien que imponía con su sola presencia.

Cuando Maël jadeó, tuve un montón de semen en mi boca. Maël tomó mis dedos y guió hacia mis labios las gotas de semen que resbalaban sobre mi barbilla. Era su heroína. Acto seguido, Maël me desató, me besó, me tumbó en la cama y ví como la luz volvía a su cauce normal. Ahora era una luz plácida, me ví a mi misma con los pechos cubiertos de semen de Maël y con sus manos en mi cintura. Mael no se había desnudado. Noté que algo plástico me estaba penetrando. Maël había cambiado el rol. Ahora hacía el amor como un niño que buscaba cariño. Me hizo jadear y le gemí:

—Follame el culo, niño.

Ni decir que lo hizo. Y hasta me sentí bien. Era dulce, encantador, soñador, inteligente. ¿Por qué narices no tenía novia?

Porque, como dijo después él, mientras jugueteaba con mis bucles rubios, esperaba a su princesa. Y esa princesa era, contra todo pronóstico, yo.

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