lunes, 6 de mayo de 2013

Psychoworld Of The City Of Fauxness - El escritor.

Tras cinco noches sin dormir, el escritor dejó oir el dulce sonido de la impresora al dar a luz a su obra. Esta obra consideraba que era definitiva, la que le iba a dar el premio, la que le sacaría  de aquella buhardilla llena de polillas y humedad. Ni Andersen pasó tantas penurias en el tejado de los Magasin du Nord de Copenhague.

¿Sería de verdad la victoria? Si ganaba, ¿seguiría siendo fiel a sí mismo?

domingo, 5 de mayo de 2013

PsychoWorld Of The City Of Fauxness - El candidato a la Presidencia.


Cuanto más siniestros son los deseos de un político, más pomposa, en general, se vuelve la nobleza de su lenguaje.Aldous Huxley

Acto de final de campaña. El candidato lanzó emocionado un discurso bajo una lluvia de confetti blanco, rojo y azul. Sonreía a las cámaras de la televisión que le rodeaban. Sonreía a su parroquia, a sus compañeros de viaje político, camino al Congreso. A su nueva amiguita, una viuda joven de alta sociedad, le propició un beso en los labios que sabía que haría las delicias de todas las romanticonas de la América de Campanario. Hablaba de cambios para el país, de una nueva era bajo su mandato. Una nueva era en la cual los problemas del mundo que azotaban a la nación serían superados tal y como se superó la discriminación racial en los 60, tal y como se derrotó al comunismo en el 91, tal y como se trajo un sistema de salud universal a todos los ciudadanos. La discriminación caería con su mandato. Y todo el mundo le apoyaba y todos estaban a su lado.

Sin embargo, sus seguidores no eran las personas que se veían principalmente favorecidas por sus políticas. Estaba en Tarzana, un barrio pijo de L.A., delante de un grupo de personas que jamás habían necesitado ir a un hospital público, que nunca les había faltado de nada, que nunca habían sufrido privaciones y que ahora se vestían con la bandera de los derechos civiles, de los obreros, de los estudiantes de enseñanza pública y de las minorías étnicas y sociales. Era irónico ver que los abanderados de los pobres habían sido los mismos que deseaban en el fondo que nunca les movieran de la silla de ricos. Sus verdades eran humo. Eran la más grande de las mentiras. Eran miembros del Partido de moda, el que parecía políticamente correcto y políticamente deseable en la Casa Blanca. Eran los burros. Pero unos burros geniales para el engaño y el marketing de salón.

Entre tanto, en otra parte de la ciudad. En un pequeño taller de automóviles, dos hombres y una mujer miraban la pantalla del televisor viendo como el candidato se daba el baño de masas. El dueño del taller miró su reloj y enseñó a la joven y al otro hombre tres papeletas electorales. No llevaban la mula, sino el elefante. Entendieron todos lo que querían hacer: Frenar a ese clan de mentirosos. Y para ello, había que triunfar con la República de la mano.

Estos hombres no eran simpatizantes republicanos. No tenían armas en sus casas, eran tolerantes con los homosexuales y jamás habían pisado una Iglesia evangélica (en el caso de la dama, católica) salvo para algún funeral puntual o boda de algún conocido. Eran personas que eran fieles a sí mismas, fieles a todos los que querían. Pero si  tenían algo claro, es que los mentirosos no les gustaban.

Y el candidato que veían les parecía un mentiroso.

viernes, 3 de mayo de 2013

PsychoWorld Of The City Of Fauxness - La dama de alta sociedad.

Viuda de un líder político, empresaria de éxito. Millonaria más joven del país. ¿Sería feliz? De puertas afuera sí. Se engaña diariamente. Su riqueza es propia de las reinas, por consiguiente, debía tener felicidad falsa, como Lady Di.
¿Su vertiginosa vida acabaría estrapallada contra el pilar del tunel de la infelicidad? ¿O sobreviviría a su vertiginosa carrera de mentiras, saliendo del tunel en el ultimo instante?

miércoles, 1 de mayo de 2013

PsychoWorld Of The City Of Fauxness - La médico de guardia

Miró al reloj: Las cuatro y veintisiete minutos de la madrugada. En media hora, el sol saldría y sus rayos la molestarían a través de la ventana del consultorio de Urgencias del Hospital Universitario. Bajó la veneciana de su despacho y se levantó para estirar las piernas.

Salió a la puerta del hospital. La noche estaba en calma. Pensó en el lugar donde había nacido, en aquel tranquilo pueblo, en los pacíficos días que había pasado estudiando en la universidad en aquellos momentos que había compartido con aquel caballo que había sido su confidente y mayor placer. Miró al cielo aún nocturno. La noche de verano y ni un alma en la calle. Le pareció oír a un gitanillo batiéndo palmas y diciendo: "¡Vamonoh, vamonoh...!", pero en seguida vió que era el destartalado Fiat Uno de un cani que había visto más de mil veces circular por la ciudad. Llevaba desde que empezó a estudiar la carrera, nueve años atrás... ¿Fue siempre así aquel coche? ¿La ciudad seguía igual? ¿Aquel Fiat Uno de hace seís años tenía matrícula de...? Ni idea. Pero ese coche estuvo allí. Siempre, con sus horribles tapacubos negros, con sus vinilos rosa chicle y sus dados en el retrovisor central del mismo color.

Un sonido de motor diesel la apartó de sus pensamientos. Al poco rato unas luces centelleantes aparecieron en el silencio de la noche. Treinta segundos más tarde, una UVI móvil enorme aparcaba delante de ella. Bajó el equípo de emergencias la camilla. Una joven se hallaba postrada con un balazo en las costillas. Se hallaba en coma. La médico miró. No sabría si volvería a ver la luz del día alguna vez... Pero ella trataría de evitarlo.

Un instante más tarde, se hallaba en el quirófano aplicando lo poco que recordaba de extracción de heridas de arma de fuego del Manual de Cirugía... Gajes de la madrugada.

Cuando salió, eran ya las séis de la mañana. La bala había salido, y le habían salvado la vida. Pero la pobre muchacha seguía postrada en la cama, en coma.

La médico colgó la bata y miró al cielo de verano. Volvía a casa con un empate, implorando al ser superior que dictaba quién vivía y quién moría que aquella muchacha sobreviviera.