sábado, 26 de octubre de 2013

La patológica libertad del "Occie".




26 de diciembre de 1996. Un hombre entra en un casino en Las Vegas y hace saltar la banca, haciendo quebrar al casino. 27 de diciembre de 1997. El Departamento de Policía de Las Vegas encuentra a un hombre en su habitación de hotel, dentro de la bañera con las venas del antebrazo seccionadas y con tres botellas de vino vacías a su alrededor. Ese hombre era el mismo que hizo quebrar el casino. ¿Qué demonios pasó en la mente de ese hombre?

No lo sabemos con exactitud, pero la respuesta pueda estar en otro ejemplo: Un profesor mío de la Facultad me contó en cierta ocasión que tenía una conocida matrimoniada con un profesor de universidad que residen en los Emiratos Árabes Unidos y que él se ve obligados a bajar el nivel de exigencia para sus alumnos, dado que si no, hay bacarrá y multitud de alumnos suspensos que vienen a clamar justicia en el despacho del marido de ella. La justificación de un alumno era: "Si lo tenemos todo y nuestros padres nos lo compran todo pase lo que pase, ¿para qué estudiamos?". Lo peor de esto es que muchos de estos malcriados fabricados en serie... ¡No son felices!


Sí, la madre Naturaleza es muy caprichosa. Casi tanto, como lo fue Liz Taylor.

Como siempre, la naturaleza nos da una sana explicación. A parte de mostrarnos su talante caprichoso (casi a la altura de las mujeres más hermosas), nos muestra un axioma: el ser humano, como animal salvaje que fue en su día, está programado genéticamente para sobrevivir en circunstancias de escasez, no de abundancia extrema.

Nuestros antepasados no han podido nunca prosperar demasiado: siempre había una guerra, una división draconiana en clases sociales o un señor feudal o tiranuelo de turno que les robaba lo que no tenían. A partir de la Segunda Guerra Mundial, nuestros antepasados conocieron cosas como mejoras de las condiciones de vida, servicios de salud mejores y la creación de un estado llamado estado del Bienestar. Quizás los últimos años de la vida humana que son de feliz recuerdo son los finales de los 50 y principios de los 60, en los cuales los países empezaban a prosperar, de una forma más liberal o de una forma más intervencionista. La cuestión es que la gente empezó a vivir mejor. Y de tener poco pasaron a tener más de lo que sus abuelos habían soñado con tener.

La generación de entreguerras dio lugar a la generación del Baby Boom. Y esa generación se caracterizó por ser la primera en la historia en tener los problemas materiales resueltos. Y, una vez se resolvió los problemas del cuerpo, trató, con el más estrepitoso fracaso, resolver las cuitas del alma, tanto las introspectivas como las extraspectivas. La lucha de los baby boomers de resolver esa papeleta incluyó el ejercer de agitadores en Berkeley, el ecologismo, el movimiento feminista, la consecución del poder popular, el movimiento hippy, o su participación en la huelga más exitosa de toda la historia contemporánea, que fue el Mayo francés. Todo ello, trufado, como no, de la maravillosa voz de Janis Joplin, la guitarra de Jimmy Hendrix y el teclado de Ray Manzarek, de The Doors. Sí, podría decirse que fue de lo poco bueno que la humanidad sacó de los 60 y 70.


Mucha intifada para poco "romano"...

Esa generación ha conocido, y las posteriores han nacido ya con unas comodidades que han hecho que se dedicaran a fomentar la resolución de disquisiciones que sus padres (o abuelos, en el caso de la generación X). Tanto es eso, que ha llegado un punto en que los seres humanos han decidido emplearse a tiempo completo en sus conflictos metafísicos, renunciando a trabajar. Y ahora bien, ¿es posible en el Occidente contemporáneo vivir SIN TRABAJAR? Pues hoy, aún con la que está cayendo, a 25 de octubre de 2013, es posible vivir sin dar un palo al agua. Y no solo vivir, sino vivir muy bien, con una libertad y comodidad que no habían tenido nuestros ancestros. Y en esa sobredosis de libertad ligada a la abundancia hay un componente patológico, además de una inmoralidad sin precedentes.


Este es el mayor ni-ni de España. Lleva viviendo del cuento desde que Franco era guardacabras en el ejército de África.

No estoy insinuando que esto debiera convertirse en un estado prisión (para mí, la libertad es el bien supremo), pero es evidente, para todos nosotros que con dinero se puede comprar no solo voluntades, sexo, cochazos, casas, sino que también se puede comprar una cosa: libertad. Si tienes dinero, puedes hacer con él lo que te de la real gana. Puedes desayunar en Tokio, comprar un avión y comer en Durban y dormir en Anchorage si tienes dinero. Y en determinadas naciones, es más fácil de lo que pensamos conseguir dinero... Y la manera más sencilla es emplear irregularmente el dinero de otros. De esa forma, el ser humano vive sin dar un palo al agua, porque tiene, al menos en la vieja Europa, los servicios fundamentales cubiertos por Estados que en muchas ocasiones no suele poner pegas a nada, ya que normalmente sus responsables suelen campeones del latrocinio y, desgraciadamente, no todos los estados keynesianos funcionan tan bien como Dinamarca. Para redondear tal nómina tan inmoral como egoísta, realizan luego una chapucilla por allí y por allá... Para que llegue el verano y el pasiano diga: "¡Coño, que me puedo ir a Punta Cana, y no he cotizado jamás en a la Seguridad Social, ni he pagado impuestos!" Pero aún así, ¡tienen los santos huevos de quejarse de que qué mal están las cosas, de que hace falta la construcción del poder popular, que yo tengo mis derechos...! ¡Si vives de puta madre, desgraciado!

Ahora bien, ¿qué derechos debiera tener esa persona que, en su voluntad de vivir del cuento, no ha cotizado jamás a la Seguridad Social y no ha contribuido solidariamente a unos servicios públicos de elevada calidad para todos? Para mí, el mismo que le confirió Dios al traerle al mundo: el de abandonarlo con la misma parada cardiorespiratoria con la que todos nos vamos de él.

Por la parte de los de abajo, malo, pero si nos vamos a los niños bien, peor. Si unos la golfada la hacen para con todos, estos la hacen para con pocos, ya que viven a modo de parásitos de sus señores padres que les han dado de todo,  creándose una generación de jóvenes que no han tenido que trabajar en su vida para conseguir cosas y se pasan el día apalancados dando patadas a los botes. Pero, lejos de estar felices... ¡Son desgraciados y se suicidan en masa!

Con este alegato no pretendo ridiculizar el Keynesianismo ni a los ricos, pero simplemente retrato a un mundo desquiciado que no sabe que hacer con su vida ni con su libertad y su abundancia. Y lo peor es que todos están refalfiados, malcriados, tanto ricos como no tan ricos. Se han acostumbrado a vivir tan bien que llega un momento en que si la vida les pone las cosas un poco duras (relaciones conflictivas, trabajo mínimamente exigente, familia problemática), no quieren hacer frente a esa dificultad. Hay un amplio sector del género humano que sólo quiere ver la vida de color de rosa y que aún teniendo los medios particulares o estatales para ello, ¡no es feliz!

El paisano del principio de este post (el del casino de LV) solo tenía razones para estar feliz. Esa noche había ganado millones de dólares, de modo y manera que podría vivir holgadamente el resto de sus días sin pegar sello. ¿Qué cable en su cerebro hizo que pusiera fin a su vida?

Considero neurocientíficamente posible la existencia de un botón de pánico que se ciñe por las reglas genéticas heredadas por los seres humanos del mundo antiguo, habituados a una vida sacrificada y de escasez.  Ese botón de pánico activa nuestro sistema límbico y crea un gran maremagnum de emociones que causa que el individuo tenga espanto de su suerte y, ante la perspectiva de una gran libertad, se vea obligado a acabar con su vida porque no puede hacer frente a ella porque no está preparado para nadar en el mar de la abundancia, de modo y manera que decide ahorcarse en el parque, hacerle una mamada a un revólver o tirarse del Golden Gate. Y lo peor de todo esto es que se va a acentuar con la crisis económica, ya que hay muchas personas que están habituadas a vivir de las rentas, de estafar al estado o de "ni-ni" voluntario. La población activa va a ser masacrada a impuestos y las personas que aportan algo a la sociedad van a vivir peor, siendo la primera generación después de la Segunda Guerra Mundial en vivir peor que sus padres.


ADVERTENCIA: Las autoridades sanitarias advierten que te ganar el Gordo de Navidad, tener un polvo con la persona más agraciada de tu entorno o estar demasiado tiempo jugando malamente a ser la conciencia cósmica del universo PUEDE MATAR.

Si queréis, amigos míos, evitar ser infectados con la virosis de la libertad patológica, hay una cosa que podéis hacer: ponéos una meta y centraos en eso. Y una vez que logréis, buscaos otra inmediatamente. Recordad, la máxima libertad va acompañada de la máxima responsabilidad.




2 comentarios:

  1. Mira Miguel, el Rey merece respeto. Fue elegido de forma democrática por el pueblo mediante la Constitución. Así que te rogaría que respetases la voluntad popular. Un saludo.

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    1. Merece el justo respeto como persona, pero sus acciones, en mi humilde opinión, dejan mucho que desear en alguien que supuestamente tiene el poder de salvarnos del desastre y de conciliar.

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