sábado, 20 de diciembre de 2014

Saber cuándo hay que parar

Hemos celebrado los compañeros de Medicina nuestra anual Cena de Gala, en la cual, aparte de ver a las futuras doctoras más bellas que ninguna mujer sobre la faz de la tierra (por este comentario NO espero ninguna muestra de afecto ni un gracias, estoy describiendo un hecho), pasamos un rato en familia y celebramos las pascuas juntos. Esta es mi primera comparecencia en la cena de gala. Antes de que haya lugar a dudas voy a decir que he salido muy, pero que muy contento de mi primera experiencia allí, y más aún teniendo en cuenta que llevaba año y medio sin ir de fiesta. En primer lugar quisiera agradecer a Maribel Valiente, Gloria Giraldo, Victoria Sánchez-Flor y demás gente del grupo D de Tercero de Medicina por su compañía a lo largo de la cena, ya que son unas personas estupendas las cuales les deseo las más felices de las Navidades. En segundo lugar, quiero agradecer a todos los grupos (A, B, C y D) de tercero su buen hacer y hacer de esta pequeña velada un hecho inolvidable. También quiero pedir un aplauso a mi amigo Juan Andrés Gualda, de segundo de medicina, el cual ha tenido la paciencia de un santo al soportar a seis promociones queriéndose hacer un selfie con él debido a su gran parecido al "pequeño Nicolás". Todo ha ido muy bien. Y ahora mismo estoy en mi casa blogueando esto.

Lo que más me ha chocado es la actitud de una compañera mía de segundo, la cual, cuando me disponía a salir del hotel sobre las 2:00 de la mañana para coger el taxi que me llevaría a casa me dijo: "¿Por qué no te quedas? Si ahora viene lo mejor". Lo que le respondí es la frase más simple y llana: "Hay que saber cuando parar".

Seamos sinceros: A partir de las 2:00-2:30 de la mañana un fiestero promedio en el sarao del año está con más alcohol en vena que un tonel de estos que hay en la fábrica de sidra "El Gaitero". Eso quiere decir que, si la noche para ellos ha terminado (si no eres consciente de nada, ¿cómo coño esperas divertirte? ¿O es que acaso el alcohol te ayuda a ahogar oscuros traumas no confesados a un terapeuta y que tienen más solución de la que crees?) para mí también. Soy una persona que disfruta con la conversación y el ver que la gente se emborracha como una cuba y no controla pues me parece un poco triste. Así que, aprovechando que el ambiente empezaba decaer, tenía a un amigo en fase de "Exaltación de la amistad" y mi amigo Juan Andrés se había marchado en una huida facilitada por mí, harto ya de que le dijeran: "¡Coño, si eres Francisco Nicolás!" (cosa harto comprensible), me fui a mi queli más o menos a la francesa, para no molestar a nadie.

También se da una curiosa circunstancia y es que el alcohol no me llama demasiado. Me da miedo perder el control con la bebida. No deja de ser una droga y por eso intento evitarlo. No tomo más alcohol que el que mi microsoma hepático está acostumbrado a beber. Y generalmente, no es una cantidad de alcohol excesivamente alta. Sin embargo tengo, como todos, algo a lo que soy adicto: al subidón de oxitocina de cuando una chica me besa. Es una sensación maravillosa, genial, que sirve como eliminador de problemas de lo más eficaz. No soy hoy quien soy si no hubiera tenido oportunos subidones de oxitocina cuando las chicas me besaban. Si no hay tampoco posibilidad de satisfacer el deseo amatorio, bien sea por ser educado y cívico con las chicas (que lo debo ser) o bien porque directamente ni les gusto (se suelen dar las dos condiciones), también estoy de demás. Razón demás para hacer una parada técnica y marcharme tranquilamente. Después de todo, demasiadas emociones fuertes por hoy: Mañana de prácticas en el hospital, cenar rodeado de chicas, probar un gintonic por primera vez (ni fu ni fa),  ayudar a un amigo a huir del componente coñazo de parecerse a una celebridad... Ya fue bastante por hoy.

Ahora son las 5:00. Hace tres horas que me marché de allí. Y ahora escribo esta entrada en mi blog con el fin de informar al mundo de que Yuri Filorov ha vuelto a la sociedad y hará apariciones fugaces como esta de aquí en adelante. Insisto en la fugacidad de mi retorno a la vida social. Pero el retorno es seguro.

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